No tengo aire acondicionado. Esto es una locura en Sevilla a 22 de junio, pero no por ello deja de ser menos cierto. Asà que, como mi casero no solventó ese problema y yo no me he preocupado en solucionarlo hasta ahora, tuve que joderme e ir a un centro comercial a aprovisionarme de unos de estos maravillosos cacharritos del frescor. Comprar un aire acondicionado en Sevilla a mitad de junio es una puta locura. Porque quizás hayais pensado “Qué poco previsor has sido, CaÃn“. Si, yo he sido poco previsor, pero las 50 personas que estaban haciendo cola para lo mismo también. Luego no será tan raro.
Cuando ya llevaba 1 hora y 15 minutos en la cola los nervios estaban a flor de piel. Ya habÃa visto a 3 personas cagarse en los muertos del centro comercial por problemas derivados en los envÃos, en las facturas, en el servicio técnico. Un variadito de lo más normal en estas circunstancias. A esto que casi están a punto de atenderme ¡por fin! y llega la tÃpica vieja listilla que estira su cuello arrugado como si fuera una tortuga, pasando de toda la cola y arrimando la nariz todo lo posible al mostrador, a ver si cae la breva. La gente le llama la atención, la vieja retira su maniobra militar y otea la velocidad de la cola. A lo que se dirige hacia a mi y me pregunta. Atención:
—Oye niño, ¿esto merece la pena?
Refiriéndose, evidentemente a la velocidad con la que atienden. A lo que yo contesto con el juego semántico:
—En verdad no, señora. No merece la pena para nada. De hecho yo llevo aqui casi hora y media y están a punto de atenderme pero voy a pasar de todo y me voy a ir. Porque a mi más que estar fresquito lo que siempre me ha gustado es que me dé el solano de lleno en la nuca cuando chusca a 50 grados a la sombra.
Risas variadas y vil retirada de la señora con cuello de tortuga.
