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La Boda

Mañana asistiré a una Boda. No hace falta que me den el pésame, ya me lo tomo con cierta resignación.
Primeramente me gustaría apuntar que no veo nada normal que la gente se case. Dirán que es normal porque la mayoría de las parejas se casan. Pero no, no es normal. Tampoco veo normal que la mayoría de los hombres sean capaces de tragarse miles de partidos de fútbol sin aburrirse y sin embargo lo hacen. No, señores, NO ES NORMAL.

Lo que tampoco es normal – y ya me afecta – es que ME INVITEN. Miren “amigos invitadores” NO QUIERO IR A NINGÚN PUTO BODORRIO DE MIERDA. No tengo el más mínimo interés en compartir con nadie la alegría del día “más feliz” de vuestras vidas.

Tengo que ponerme traje, tengo que abandonar mi querida siesta, tengo que pegarme 3 horas aparcando para asistir al acto eclesiástico que no se creen ni los que se casan. Después tengo que esperar que los contrayentes se hagan las “bonitas” fotos para el album y el video con el que nos martirizarán en posteriores visitas (todas las visitas hasta que tengan hijos, se lleven mal, se odien a muerte, se separen y dejen en la ruina más absoluta al humano varón – unos 15 meses -).

Me quedo de pie en los modernos aperitivos antes del convite durante 1 hora. Después, me sientan – con toda seguridad al lado de algún cretino bebido por la ingesta incontrolada de alcohol durante el mencionado aperitivo – y me ofrecen una vomitiva comida que de no ser porque es la boda de tu colega – y no querer liarla- , obligarías al Chef a comérsela (si tuviera los cojones suficientes de comerse la mierda que ha cocinado, claro).

No quiero hablar del precio que tengo que pagar por esa asquerosa masa de alimento que dicen llamar comida. Por el mismo dinero que pago por ir al bodorrio podría irme de fin de semana a Londres y comer en los mejores restaurantes del lugar eligiendo yo mismo un menú de calidad.

Los vítores de “Vivan los novios”, “Que se besen”, “Que bote el padrino” y gilipolleces parecidas tampoco son del todo de mi agrado. Al contrario, me da vergüenza ajena tanto de los gilipollas que pronuncian dicha frase – gilipollas por gritar una cosa de tan pésimo gusto y tan innecesario en cualquier tipo de celebración social – como de los inocentes novios que se levantan y se besan – inocentes porque dentro de poco (repito, unos 15 meses) no querrán ni verse -.

Penoso es ya el vals de los novios y terrorífico la orquesta que amenizará la única cosa que vale la pena del bodorrio, la barra libre.

Por favor, si alguien de las 23 personas que lee esto me conoce y es tan sumamente sipote que se quiere casar………… NO ME INVITEN A LA PUTA BODA.

Prometo no enfadarme con ustedes ni nada de eso, al contrario, os consideraré mejores amigos, si es que alguna vez los tuve.