Santi SantamarÃa destapa la olla de Pandora y planta los cojones (perdón, los huevos) sobre la mesa. Este cocinero barcelonés si de algo carece es de pelos en la lengua y ha dicho lo que muchos pensábamos, en voz bien alta y con la propiedad que te otorga tener más estrellas MichelÃn que pelos en la cabesa: la cocina española está amamoná.
Ya sea por la sobredosis de nitrógeno lÃquido o por deconstruÃrse tanto los huevos, muchos cocineros españoles como Arzak o Ferrán Adriá, plantea SantamarÃa en su libro/ensayo La cocina al desnudo, han perdido el norte. Su lema cambio chef por tomates frescos no podrÃa ser más ilustrativo: lo importante no es la técnica, sino la denominación de origen de nuestra cocina.
Esta afirmación no ha sentado nada bien en ese sector de chefs gafapastas que viven de vender gamusinos condimentados para salir en portadas, programas de televisión y revistas. Y como era de esperar, se ha montado un pollo a la Pantoja de madre y señor mÃo.
Dejando de un lado que se deberÃa abrir otro debate sobre si la cocina creativa deberÃa llamarse te-pongo-un-plato-una-jartá-chico-y-te-pego-una-mojá-de-cuidao, este hombre para mà que lleva más razón que un santo. Ya está bien de tanta tendencia y tanta chuminá. Seamos serios, coño. ¡Si además cocina creativa la puede hacer cualquiera! Verás qué fácil: Solanácea abrazada por simiente de gallináceo. O lo que es lo mismo: una puta tortilla de papa de tó la vida de Diox. Para que luego venga otro, le eche nitrógeno lÃquido o la deconstruya y se forre. ¡Enga ya!
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